jueves, 26 de noviembre de 2015

FALACIAS

FALACIAS
por Manuel VIlariño.


Desde el mismo domingo supongo que a todos nos está pasando que tenemos charlas y discusiones con amigos, conocidos y parientes.
Nos invitan a “tirar para el mismo lado”, nos convocan a ayudar para que a Macri “le salgan las cosas bien”, nos afirman que todavía no se sabe si el próximo presidente va a gobernar bien o se va a “mandar cagadas”. Y nos prometen que si pasa esto último, ellos, sus votantes, no se lo van a dejar pasar.
Este razonamiento, esta repetición de lugares comunes sistemáticamente propuesta por las derechas desde siempre, esconde varias falacias.
La primer falsedad es aquella que concibe a la política como “gestión en paz”, para la cual la confrontación o el conflicto serían valores negativos. Nos hablan de diálogo, de consenso, de respeto. Lo hacen de manera de no aclarar bien quiénes son los que deberían dialogar y consensuar en paz.
Lo cierto es que cuando no hay “conflicto” arriba es porque están cagando a los de abajo. El próximo gobierno va a gobernar con y para los fondos buitres, el grupo clarín, la sociedad rural argentina, las petroleras multinacionales y las grandes empresas de telecomunicaciones. Esto no lo digo yo, sino que ya anunciaron a cuadros importantes de todos (TODOS) esos ámbitos como miembros del gobierno. Es decir, estos sectores van a gobernar directamente, sin intermediarios. Seguramente con todo su dinero y poder nos digan por todos los medios que ahora en la sociedad no hay conflicto, no hay crispación, no hay grieta. Que ahora tiramos todos para el mismo lado.
Pero… ¿qué significa tirar todos para el mismo lado? Si vos tenés una empresa, tu objetivo razonable y (al menos en el sistema económico en el que vivimos hace 200 años, ético y legal) es ganar plata, toda la que puedas ganar. Si tu objetivo es ese, tus acciones van a estar orientadas a eso. Si todos los sectores que enumeré antes van a gobernar a partir del 10 de diciembre, su objetivo va a ser generar las condiciones desde el Estado para que sus empresas ganen la mayor cantidad de dinero posible. Esto, de nuevo, no lo digo yo. ¡¡¡Lo dijeron ellos, lo dijo Melconian, Espert, Aranguren, Sturzenegger, etc.!!!
¿Van a gobernar “bien”? Posiblemente si, van a cumplir sus objetivos. Van a tomar deuda en la banca internacional, van a provocar una devaluación, van a bajar las retenciones a la exportación de granos, y en general van a crear las condiciones de las que hablé en el párrafo anterior. No se trata de gobernar “bien” o “mal”, se trata de para quién se gobierna.
Van dos ejemplos, mínimos, de lo que digo. Si mañana bajaran las retenciones al trigo, entonces para los “productores” de trigo sería más rentable vender toda su producción en el exterior. Como son empresarios, seguramente y lógicamente harían eso. Automáticamente, se generaría un aumento importante del trigo en el mercado interno, lo cual significa, claro, que suba el pan. ¿Para qué lado me están invitando a tirar? Acá ya me perdí con eso del mismo lado, porque claramente hay dos lados.
Otro. Si se hace una devaluación importante del peso, eso significa que los exportadores van a recibir más pesos por sus ventas, es decir que sus “costos” reales van a bajar. Cuando ellos dicen costos, nosotros tenemos que hablar de salarios, aportes patronales, obras sociales, etc. Si eso baja, significa que todos los trabajadores vamos a tener menos plata real. Y si querías comprar dólares, te digo que posiblemente tengas la “libertad” para hacerlo, pero no creo que te sobre la plata. ¿Para qué lado tiramos?
En todas estas frases que nos repiten viene, incorporada, hecha carne y naturalizada, la teoría del derrame. Esa que impulsaron los militantes del capitalismo, que decía básicamente que si los ricos ganan mucha plata, la economía funciona y las riquezas “derraman” para los sectores de abajo. Eso podría ser parcialmente verdad en una economía productiva, que protege las industrias nacionales y que entonces genera trabajo genuino. En una economía agroexportadora y especulativa, les aseguro que el derrame no existe, porque es necesario un ajuste que genere las condiciones del “crecimiento” de ellos.
La próxima vez, cuando me digan que tiremos todos para el mismo lado, explíquenme para el lado de quién, y como dice Serrat, vean a la gente que nos va a gobernar y pregúntense, ustedes, “a quién sirven cuando alzan las banderas”.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Hacerse cargo (análisis de los resultados de ayer).

Hacerse cargo (análisis de los resultados de ayer).
por Manuel Vilariño.


Analizando distrito por distrito los resultados de ayer, las primeras conclusiones salen más o menos rápido.
Los pobres y los ricos votaron, como casi siempre, defendiendo sus intereses. Macri se impuso de manera contundente en los barrios ricos de la Ciudad de Buenos Aires, obteniendo alrededor del 70% en Recoleta, Puerto Madero, Nuñez, Barrio Norte, Palermo y Belgrano. También ganó con claridad en los partidos paquetes del conurbano, fundamentalmente en Vicente López y San Isidro.
El empresario obtuvo amplias victorias también en todos los barrios ricos de los grandes centros urbanos, y en las ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe, y Córdoba, norte de La Pampa, en las que la principal actividad económica es la agropecuaria.
Ese voto es razonable, consciente y fundamentalmente en defensa de sus intereses. Todos estos votantes pueden estar seguros de que el nuevo presidente no va a defraudar sus expectativas.
El candidato peronista se impuso, por su parte, en 16 de los 24 distritos del país. En las provincias de Santiago del Estero, Formosa, y Rio Negro superó el 60%. En Tierra del Fuego, Santa Cruz, San Juan, Misiones, Chubut, Corrientes y Tucumán, estuvo arriba del 55%. Es decir que las provincias más alejadas de la capital (salvo la excepción de Jujuy, en donde la compleja situación política y social interna da para un libro), votaron también en defensa de sus intereses. Nunca se va a saber en cuánto incide en el histórico acompañamiento de estas provincias al peronismo el también histórico desprecio que muestran las clases altas porteñas y bonaerenses (de las que se nutre al menos el 70% de los personajes visibles del PRO), y que volvió a tener una muestra en las recientes expresiones del ex empleado de la financiera norteamericana JP Morgán, Alfonso Prat Gay.
El peronismo también se hizo fuerte, como es habitual, en los distritos obreros del Gran Buenos Aires. Tomando un conurbano “ampliado”, con los 27 partidos más cercanos a la Capital Federal, observamos que Daniel Scioli se impuso en 20 de ellos. Los partidos de Florencio Varela (69%), José C. Paz (66%), Presidente Perón (66%), Merlo (65%), Matanza (64%), Moreno (64%), Malvinas Argentinas (61%) y Almirante Brown (60%), son desde el punto de vista numérico la base del triunfo peronista en la provincia más grande el país. Una particularidad es que salvo Matanza, ninguno de los otros partidos mencionados limitan con la ciudad de Buenos Aires, y ya volveremos sobre estos distritos para analizarlos. Es decir, entonces, que también los trabajadores del Gran Buenos Aires votaron mayoritariamente en defensa de sus intereses.
Ahora bien, llegados a este punto todavía no explicamos adonde estuvo el factor que movió la aguja para que el empresario Macri se alce con la ajustadísima victoria que consiguió. Se trata, claro, de la clase media urbana. Esa volátil construcción social a la que Jauretche llamó “el medio pelo”, es la que en general define las elecciones, porque suele poner en la balanza, más que sus intereses económicos, sus emociones, sus miedos, sus odios, sus desprecios y sus envidias.
El candidato Macrista se impuso en la mayoría de los partidos que limitan con CABA, en los que durante estos 12 años la clase media ha tenido un desarrollo extraordinario. Cuando en los 90 hablábamos de “clase media empobrecida”, hoy podemos hablar sin dudas de “clase media enriquecida” en las grandes ciudades, y de “nueva clase media” en los distritos periféricos. Los avances materiales objetivos que obtuvieron estos sectores, generan que sus demandas sean otras. Si antes la necesidad era trabajo, techo y comida, hoy se pide seguridad, ausencia de cadenas nacionales (?). Pero lo que fundamentalmente rechazó la clase media urbana es el ascenso social de quienes vienen más relegados. Escuchamos todos los días a estas personas quejándose de “los planes sociales” (quizás sin saber ni querer saber que en la Argentina no existen “planes sociales”), los vagos, los negros, y en general todos otros eufemismos que lo que parecen significar es un temor a la movilidad social ascendente de personas que según este criterio no lo merecerían. Celebramos el ascenso social cuando nos toca, pero lo que preferimos es que la puerta se cierre justo atrás nuestro y que los que venían en la fila se queden afuera. Esto es más simbólico que económico, es más visceral que racional, es más miedo que conciencia.
Obviamente, de más está agregar, como también lo dijo Jauretche, que la clase media considera sus progresos como fruto único exclusivo de su esfuerzo, y sus fracasos como consecuencia única y exclusiva de los malos manejos de la macroeconomía política. Según ellos, en los 90 le fue mal por culpa de los políticos, en los 2000 les fue bien porque laburaron.
Entonces, vemos que Macri se impone (lo dicho), en los distritos históricamente ricos de Vicente López (70%) y San Isidro (69%), pero también lo hace ajustadamente en Tres de Febrero y San Martín, y alcanza virtuales empates en Lanús y Avellaneda. El PRO logra ganar también en partidos del segundo cordón que hoy podríamos definir como de mayoría de "nueva clase media", como lo son San Fernando y Morón.
Sin embargo, y acá viene el número que define inequívocamente las elecciones, el caudal electoral del PRO son los siguientes lugares, los centros urbanos grandes y medianos: Córdoba Capital (75%), Ciudad de Mendoza (70%), Río Cuarto (70%), Rafaela, (67%), Ciudad de Buenos Aires (65%), Bahia Blanca (65%), La Rioja Capital (62%), San Salvador de Jujuy (59%), Mar del Plata (57%), Salta Capital (55%).
Es decir, ciudades que vemos claramente que hoy están “bien” o al menos mucho mejor que antes, se expresaron de manera rotunda en contra del gobierno nacional, pidiendo a gritos “un cambio” que tuvo la ventaja de no mostrarse, de no dar detalles, pero que si la historia algo nos enseña, no será beneficioso para estos centros urbanos de clase media. Estas personas en su mayoría hoy te dicen (repiten) que esperan que "el cambio" sea "lo mejor para el país", "lo mejor para todos", haciendo una notable adaptación de la famosa teoría del derrame.
Yo soy de los creen que lo que es bueno para los ricos, es malo para los pobres. Por eso para mi siempre fue un motivo de orgullo votar al candidato que pierde donde viven los ricos.
Obviamente, y como siempre, los más perjudicados serán los trabajadores, quienes pusieron su mayor esfuerzo para defender el modelo productivo, porque tienen memoria y saben la que se les viene. Por ellos, fundamentalmente por ellos, estoy triste.
En relación a los de clase media, los del temor, la envidia, y fundamentalmente el desprecio a todo lo que esté un escalón debajo de ellos en la escala socioeconómica, lo que me gustaría es que se hagan responsables de lo que votaron, y del camino que va a tomar el país. Lamentablemente, también la historia nos ha enseñado que estos sectores son los que rápidamente abandonan el barco, los que se arrepienten, los del “yo no lo voté”, y los que más tarde o más temprano cuando sienten que el presidente que votaron les toca el culo, salen a pegarle a las cacerolas.
Espero, con pocas expectativas, que esta vez se hagan cargo, que le pongan el pecho a lo que hicieron y al futuro. A los que no se quieran hacer cargo, habrá que recordarles amigable y fraternalmente lo que hicieron, para que no se olviden.
Nosotros, nos hacemos cargo de los 12 años que se terminan, y nos vamos a hacer cargo de la pelea que dimos hasta ayer, que no alcanzó por poco pero que nos deja con la sensación de haber hecho todo lo posible, y de haber tenido la responsabilidad que la hora demandaba.

martes, 10 de noviembre de 2015

Victorias y derrotas.


Asistimos a la recta final de una campaña electoral en la que se dan unas cuantas particularidades, que todas juntas configuran un escenario inédito en la Argentina.
Por un lado, es la primera vez que hay ballotage, desde que fuera incorporado a nuestra legislación en 1994. Por otro lado, y más importante, es la primera vez que lo que abusando de generalizaciones llamamos “el establishment” disputa directamente la presidencia con un espacio político encabezado por uno de ellos.
Macri no es un oligarca, un hijo de los dueños de la tierra que manejaron y fundieron al país varias veces. Podría decirse que la Sociedad Rural gobernó directa o indirectamente este país hasta 1930, así que eso no sería tan novedoso. Macri es producto del selecto grupo del empresariado industrial que se enriqueció en la dictadura cuando la mayoría de las industrias cerraban. Es, sobre todo, un tipo de clase alta, de colegio privado, un “empresario exitoso” que en realidad heredó una fortuna y nació en cuna de oro.
Macri no es un político que negociará con las grandes empresas y se bajará más o menos los pantalones, como lo hicieron casi todos hasta ahora. El está del otro lado del mostrador, desde el vamos.
Pero no quería hablarles de eso, sino de lo que creo fue una derrota que hemos sufrido todos, independientemente del resultado del 22. Los grupos mediáticos concentrados lograron instalar en muchísima gente la idea de que “la cosa está mal”, “hay que cambiar”. Esto se consiguió en base a una repetición enfermiza que atraviesa todos sus medios en forma horizontal, pero sobre todo a partir de la instalación de lugares comunes, frases hechas que de tanto escuchar mucha gente incorpora. “Este gobierno le da planes a los vagos”, “las chicas tienen hijos para cobrar la asignación”, “la cadena nacional me tiene harto”, “la presidenta es soberbia”, “no aguanto más a la cámpora”, etc.
Verán que se trata de cosas en general superficiales, salvo lo de los planes que es una burda e intencionada mentira. Cuando digo superficiales no quiero decir que no sea importante, sino que con esas cuestiones se oculta intencionadamente la discusión de fondo, que es obviamente la económica (porque, muchachos, eso es lo que define si vamos a vivir mejor o peor, y no los globos, ni la cámpora, ni las cadenas nacionales, ni el diálogo, ni el consenso).
Se sabe, no es ningún secreto, que un posible gobierno de Macri provocaría una devaluación inmediata, se endeudaría a cualquier tasa en el mercado internacional para sostener la liberación del dólar (la ciudad de Buenos Aires triplicó su deuda externa en dólares durante la gestión Macri), y otorgaría a sus colegas empresarios un aumento de tarifas grosero, alrededor del 450% como lo hizo en la ciudad de Buenos Aires con las únicas dos tarifas que tuvo a mano (subte y ABL).
Su triunfo, el triunfo de ellos, es que mucha gente esté tan convencida de su hartazgo con este gobierno que no le interese nada de eso. Hay personas laburantes, honestas, que desarrollaron tal odio alrededor de las consignas que puse hace un párrafo que no le importa más nada.
Macri sigue sin hablar de la economía, sigue sin decir lo que va a hacer. Habla de “cambio”, de “diálogo”, “escuchar”, “no dejar sólo”. Se trata de un candidato burdamente construido en las oficinas de asesores de imagen, especialistas en marketing político, consultores y coachs de oratoria. Globos, baile, una estética colorida, y hasta la vestimenta claramente definida y dictada de antemano. Nada de lo que dicen los candidatos del PRO surge de ellos, todas las semanas circulan memos y notas donde se les dice qué palabras usar, que eufemismos repetir y, fundamentalmente, qué cosas callar.
Cuando alguno se libera, pasan los exabruptos como el de Prat Gay, que como estaba en una universidad privada hablando con los chicos bien como él, se liberó, se dejó llevar, y dijo lo que pensaba.
Uno podría pensar que esta puesta en escena que a uno le parece tan trucha es una falta de respeto al votante, pero no. Esta estrategia va de la mano con la estrategia de los medios concentrados, y fundamentalmente es el reflejo de su triunfo.
Un diálogo imaginario (pero posible) con uno de estos ciudadanos podría ser así:
- Sabías que Macri va a abrir las importaciones, devaluar y subir las tarifas?
- Si, pero no me importa, lo que yo quiero es que se vaya la Cámpora.
- Sabías que con Macri vas a pagar el colectivo arriba de los 12 pesos?
- Si, pero no va a haber más cadena nacional de la yegua.
… y así infinitamente.
El hecho de que los spots de Scioli de cara al ballotage tengan que salir a aceptar ese escenario, a pararse sobre la base que instalaron de que “hace falta un cambio”, es un síntoma de esa derrota cultural.
No se pudo contrarrestar la maquinaria furiosa comandada por el principal grupo mediático del país. Ese que cuando yo iba a la facu nos enseñaban que con un par de tapas negativas volteaba cualquier gobierno y que con esa herramienta los tenía a todos los presidentes laburando para ellos.
Se logró avanzar contra ellos y que no te volteen como hicieron con todos desde el 83, se lograron 2 reelecciones, y que las más de 1500 tapas negativas que le dedicaron al gobierno no alteraran el camino de la democracia. No es poco.
Pero no se logró que al final del camino, al menos la mitad de la población crea que es más importante que deje de haber cadenas nacionales antes que perder el laburo…. No es poco.
Yo creo que a pesar de varias derrotas parciales, el 22 se da una batalla definitoria. Es la oportunidad de evitar que un empresario llegue al gobierno y haga lo que ya sabemos que va a hacer aunque él trate de ocultarlo. Porque ya lo dijo Menem “si hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaba nadie”.
Por suerte veo todos los días personas que por diferentes motivos el 25 de octubre no votaron, o votaron a otro candidato, y que con mucha responsabilidad están no solamente convencidos de no dejar avanzar a Macri, sino poniendo su granito de arena para convencer a amigos, familiares, conocidos. Y todos nos lo vamos contando todos los días, y vamos armando una linda gesta, silenciosa, que capaz sale bien.
Yo creo que sí, creo que vamos a ser responsables, creo que no nos vamos a suicidar en el altar de la nada.