viernes, 5 de septiembre de 2014

GARANTIZAR EL PARO. La soberbia de la "izquierda".

Garantizar el paro

                En los pocos años que tengo me tocó estar de los dos lados ante una
convocatoria a paro o huelga. Porque, claro, todo paro es político y está bien que así sea. Siempre, y fundamentalmente cuando se trata de paros nacionales o generales, lo que cada uno decida es político y tiene consecuencias políticas.
                Como militante de “izquierda” me tocó ayudar a “garantizar” una huelga en el subte. Lo que hicimos fue entrar a varias estaciones y directamente sabotear de distintas maneras la posibilidad de que el subte funcione. Estábamos convencidos de que había que impedir que las patotas de la burocracia sindical, los carneros, la patronal y demás demonios anti obreros (?) logren su cometido. Supongo que en el medio había laburantes que querían laburar y otros que preferían parar. Como siempre.
                El concepto de que cuando uno decide convocar a un paro, el paro debe ser “garantizado” impidiendo que el que quiera trabajar lo haga, es de una profunda soberbia, muy típica de la “izquierda” que cree representar los intereses de un grupo social al que efectivamente no representa. Creen que si cuando ellos convocan un paro vos querés laburar, o sos un esquirol pago al servicio de la patronal, o sos un atrasado, un ignorante, uno que viene en el pelotón del fondo en la comprensión de lo que sucede. Pero en vez de tratar de convencerte lo que hacen es decidir que lo que más te conviene es adherirte al paro. Ellos lo saben mejor que vos, ellos fueron a la facu, che.
                Paréntesis. De todos modos hay un gris ahí. Porque a veces los carneros existen, y si una huelga  es unánime o casi me parece bien impedir que tipos que no son laburantes vengan a cumplir las tareas del otro.
                Pero… ¿cortar calles y accesos para que nadie pueda trabajar? ¿qué es esto? Nace, creo, de una concepción profundamente soberbia, egocéntrica, que se basa en el desprecio del prójimo, en la tan repetida idea de que hay una vanguardia que la ve clarita y un ejército de atrasados que andan necesitando una linterna.
                Es la misma concepción que subyace atrás de las verdades progresistas como que las prostitutas no están en uso de sus facultades cuando se prostituyen, o que los pibes que roban “no tienen otra opción”, que los que escuchamos cumbia no tenemos gusto, y así hasta el infinito con todo el que no forma parte del nosotros, ilustrado, acotado, consciente de todo y representante del deber ser social.
Así lo que se hace es despojar a vastísimos grupos de toda capacidad de razonar, de elegir, de ser. “Yo, que sé lo que te sirve y lo que no te conviene, que sé que lo que decís querer no es en verdad lo que querés, te voy a obligar a hacer lo que mejor te convenga”.

Yo preferiría que nos dejen pensar, que nos respeten.               

martes, 1 de abril de 2014

Linchamientos. David no era un santo.

Estamos todos horrorizados por el linchamiento del pibe David Moreira en Rosario. Un amigo lo definió como “una mamushka de cosas lamentables”. Ya se dijo mil veces, estas cosas son un síntoma de una descomposición social que asusta. Hoy me preguntaba qué pasaría si alguien (una buena persona, pongamos) que va en auto por el camino de Cintura encuentra un tipo tirado en el asfalto. Posiblemente lo esquive y no se pare a ayudarlo, posiblemente tenga miedo de que sea una trampa. Y, con muchas menos probabilidades de las que la persona con miedo cree, podría ser efectivamente una trampa. Así estamos más o menos como sociedad, sobre todo en las grandes ciudades. Con miedo (otro día discutimos los múltiples factores que generaron eso), y el miedo enceguece.
Volviendo a lo de David. Primero quiero aclarar que puesto que la víctima del robo lo identificó, y las primeras personas que lo interceptaron lo vieron robando, voy a suponer que él cometió el hecho que desencadenó todo. Si mañana se descubre que no fue el, borro todo, pido mil disculpas.
                Lo que me lleva a escribir es haber leído algunas notas y opiniones, desde gente que respeto mucho, que tienden a santificar al pibe. Para eso usan algunos trucos argumentativos que son falacias. Primero, el hecho de que Moreira haya sido víctima de una atrocidad, de ningún modo lo convierte retrospectivamente en inocente, ni en buen pibe. Separemos los tantos. Según coinciden todos los relatos, el pibe iba en una moto con otro, vieron a una chica con un bebé en brazos (¿hay algo más indefenso que una madre con un bebé en brazos?), la señaló, dio la vuelta, bajó de la moto, le robó y escapó.               
                Paréntesis. Otro amigo con el que charlé mucho me convenció de que esa idea tan generalizada de “roba porque no tiene otra opción”, o “se prostituye porque las circunstancias la obligan”, es en el fondo un pensamiento clasista y paternalista. Es quitarle autonomía a las decisiones de las personas. Es un “yo estoy arriba, yo entiendo, vos en cambio sos una marioneta de la sociedad”. Es más o menos la misma matriz del “escuchan cumbia porque no entienden de música”.
                Entonces, estamos de acuerdo que las cartas que tiene en la mano un adolescente que vive en una villa de Rosario son pocas, que la mayoría de sus opciones tienen que ver con la violencia, y por supuesto que si tuviésemos más trabajo, más inclusión, y sobre todo más y mejor distribución de la riqueza y de las decisiones, habría muchos menos pibes en esa situación.
                Ahora, partiendo de ese acuerdo, digo que respetemos a los David Moreira como seres humanos, y concedamos que tomaron la decisión de hacer lo que hacen, que son concientes de que cuando salen a robar arriesgan su libertad, su salud y hasta su vida. Muchos en la jerga llaman “trabajos” a los robos. Lo hacen sabiendo que es un trabajo de riesgo. El que sale de caño (no es el caso), sabe que está doblemente expuesto, y así. Me niego a la mirada progre que sitúa a los pibes en una especie de limbo del desconocimiento, donde son soldaditos de un sistema perverso que caminan con orejeras.
                Ese pensamiento, muy bienintencionado, cuando habla de las soluciones habla de “darles”, de “enseñarles” lo que se debe y lo que no se debe, de “educarlos”. Ese pensamiento, en definitiva, para entenderlos les quita su entidad de ser humano.
                No comparto las argumentaciones a partir de casos puntuales. Pero cuento que el otro día iba en la moto por camino de Cintura y dos pibes en otra moto me apuntaron con un arma a menos de un metro de distancia para robarme. Lo que más sentí es miedo, pero también bronca. No es justo. No era justo que si él o yo hacíamos un mal movimiento capaz me tiraba, capaz me mataba. ¿Por qué? Yo no lo hubiera hecho, pero si alguien pasaba en ese momento y le daba un batazo en la cabeza, no me iba a escandalizar.
                En mi escala moral (¿quién me preguntó?), el primero que paró a David y lo cagó a palos no hizo algo malo. Yo diría que “le cabió”. Porque robarle a una piba con un bebé es ser una rata, un cobarde.
                Ahora, después aparecen en escena unos animales que son cien veces más ratas, más cobardes, y que aparte son asesinos, asesinos cagones porque solos no matan ni una mosca. El video de unos tipos pateándole la cabeza a un pibe tirado en el piso es repulsivo. Por supuesto, esos no tienen perdón. Son asesinos, deben ir presos.
                Pero digo una vez más, eso no exime de culpa a David, no lo hace un santo, no lo hace una buena persona. Sí es una víctima más de una sociedad estructuralmente injusta, pero que nadie me diga que no pudo evitar hacer lo que hizo.

                Y para el final la perlita que me hinchó las pelotas. La familia de David donó sus órganos, y leí que algunos usaron eso para argumentar “a favor” del pibe. Un buen gesto de sus padres transformado en un golpe bajo burdo por los progres de la pluma, que me tienen bastante cansado ya.
             Se puede debatir, los escucho y los leo.