Garantizar el paro
Como
militante de “izquierda” me tocó ayudar a “garantizar” una huelga en el subte.
Lo que hicimos fue entrar a varias estaciones y directamente sabotear de
distintas maneras la posibilidad de que el subte funcione. Estábamos
convencidos de que había que impedir que las patotas de la burocracia sindical,
los carneros, la patronal y demás demonios anti obreros (?) logren su cometido.
Supongo que en el medio había laburantes que querían laburar y otros que
preferían parar. Como siempre.
El
concepto de que cuando uno decide convocar a un paro, el paro debe ser “garantizado”
impidiendo que el que quiera trabajar lo haga, es de una profunda soberbia, muy
típica de la “izquierda” que cree representar los intereses de un grupo social
al que efectivamente no representa. Creen que si cuando ellos convocan un paro
vos querés laburar, o sos un esquirol pago al servicio de la patronal, o sos un
atrasado, un ignorante, uno que viene en el pelotón del fondo en la comprensión
de lo que sucede. Pero en vez de tratar de convencerte lo que hacen es decidir
que lo que más te conviene es adherirte al paro. Ellos lo saben mejor que vos, ellos
fueron a la facu, che.
Paréntesis.
De todos modos hay un gris ahí. Porque a veces los carneros existen, y si una
huelga es unánime o casi me parece bien
impedir que tipos que no son laburantes vengan a cumplir las tareas del otro.
Pero…
¿cortar calles y accesos para que nadie pueda trabajar? ¿qué es esto? Nace, creo,
de una concepción profundamente soberbia, egocéntrica, que se basa en el
desprecio del prójimo, en la tan repetida idea de que hay una vanguardia que la
ve clarita y un ejército de atrasados que andan necesitando una linterna.
Es la
misma concepción que subyace atrás de las verdades progresistas como que las
prostitutas no están en uso de sus facultades cuando se prostituyen, o que los
pibes que roban “no tienen otra opción”, que los que escuchamos cumbia no
tenemos gusto, y así hasta el infinito con todo el que no forma parte del
nosotros, ilustrado, acotado, consciente de todo y representante del deber ser
social.
Así lo que se hace es despojar a
vastísimos grupos de toda capacidad de razonar, de elegir, de ser. “Yo, que sé
lo que te sirve y lo que no te conviene, que sé que lo que decís querer no es
en verdad lo que querés, te voy a obligar a hacer lo que mejor te convenga”.
Yo preferiría que nos dejen
pensar, que nos respeten.