Sergio Massa, la nada como bandera |
Asistimos en las últimas semanas al derrumbe inexorable de
las efímeras esperanzas que albergó Sergio Massa de llegar a ser presidente de
la Nación.
Su campaña de giras mediáticas y bombardeo publicitario en
donde hacía de la falta de contenido su bandera y su orgullo, llegaron a su
límite y sus publicistas, amos y señores del diagrama de campaña, parecen no
tener más tinta en el tintero.
Se vuelve a hacer patente aquella frase de Abraham Lincoln:
“Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a
todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo.”
Es decir, aunque a veces propios y
extraños tengan una concepción en la cual el votante es una especie de genio
cuando nos vota y un idiota útil cuando vota el enemigo, nuevamente queda
demostrado que la gente no es idiota. Que cuando vota al PRO tiene sus motivos,
pero que no va a votar masivamente a un tipo como Massa cuyo eje discursivo es
“si te gusta que te traten de imbécil votame”. La batería de spots dedicados a
las diferentes provincias en los que de una manera profundamente irrespetuosa
impostaba una tonada (¿de dónde?), fue el summum de esta idea. Lo que no se dijo
mucho en ese momento, entre todos los chistes, es que en el spot para Buenos
Aires Massa no decía "tajaí", sino que hablaba "bien".
Tremendo.
El “océano de un centímetro de
profundidad”, como bautizó Anibal a Sergio, se seca rápido y lo que parecía
gigante demuestra ser chiquito.
Se nutrió en un principio con esos
traidores oportunistas que pululan por el Gran Buenos Aires, a veces en cargos
importantes y a veces desde los concejos deliberantes. Los tigresa Acuña, los
cacho álvarez, los sandro guzmán, los cariglino, los giustozzi.
Después, obnubilados por el éxito
pasajero, se subieron al tren en todas las provincias y distritos dirigentes
desplazados o ofendidos del FPV, en general con origen en el viejo PJ, con una
cosmovisión de derecha y de la política como aparato, en la que creen que se le
puede tomar el pelo a la gente, y estar hoy adentro, mañana afuera, pasado adentro
de nuevo, y que no pasa nada.
El Frente Renovador no se sostiene en nada
real, no hay una ideología unificadora, no hay un relato fundacional, una
gesta, un recuerdo o historia en común. No hay tampoco un liderazgo sólido que
se erija en tal por sus propios medios. Sino un relativamente eficiente
intendente que fue tomado por cierto establishment económico y periodístico
para un momento, para un fin, les fue bastante útil y luego lo desecharon y lo
abandonaron a su suerte.
Por todos lados la huida del Frente
Renovador es masiva. En el conurbano, en las provincias, el híper frágil
esquema de lealtades que se había conformado a las apuradas a partir de la
campaña electoral de 2013, se esfuma con la misma velocidad con la que creyeron
construirlo.
Obviamente, como no podía ser de otra
manera, cuando el agua empezó a hundir el barco, nadie escuchó al pequeño
capitán y casi todos se empezaron a agolpar para escapar por los tirantes. Mis
respetos a aquellos que acompañen a Massa hasta el final de su caída. Sin dudas
serán los menos.
No es el caso del PRO, que acaba de
obtener un sólido triunfo electoral en el distrito que lo vio nacer. Leo casi
todo el tiempo amigos y compañeros que no comprenden cómo son votados
masivamente aquellos que endeudaron a la ciudad en dólares, los que aumentaron
más de 500% el ABL, y al mismo tiempo no construyeron más de 500 metros de
subte cuando habían prometido 10 kilómetros por año, desinvirtieron sistemáticamente
en salud y educación, etc.
Ojo, nos puede llevar a un error tratar de
medir con nuestra vara “progresista y bien pensante” los motivos por los que
cada persona analiza y decide su voto.
Una cosa es que nos sintamos asqueados por
la conducta de los ricos de Recoleta, Puerto Madero, de los clase media alta
gorila de Palermo, Nuñez o Belgrano (estos son no casualmente los barrios en
donde la performance del FPV fue más baja en toda la capital). En eso estamos
todos de acuerdo, sin generalizar digamos que esos son los barrios del poder
económico, del cacerolazo, del “voto lo que sea menos peronismo”, y supongo que
seguirá siendo así por muchos años.
Ahora, no podemos dejar de ver que en
todos los barrios habitados por sectores populares o de clase media baja,
también el PRO ganó con claridad. Ante este dato tenemos dos opciones, o nos
indignamos por cómo “el macrismo engaña y manipula a los pobres”, o tratamos de
entender que la gente tiene evidentemente motivos genuinos, valiosos y
respetables para tomar su decisión.
El PRO tiene un creciente despliegue
territorial, una gestión que a muchos ojos puede resultar atractiva en ciertos
aspectos, y diría yo que en muchos de sus cuadros políticos (sobre todo el que
será el próximo Jefe de Gobierno), hay un contenido político. Un tipo formado
en la derecha neoliberal, con un discurso de trabajo, de equipos, con una pisca
de hacemos política pero no somos políticos, etc.
Creo que el PRO sube porque de algún modo
interpela a la población. De una manera que a mi me gustaría que no tenga
recepción, pero la tiene y no porque la gente sea idiota sino porque está
sostenida en eficiencia y contenido (a su manera).