Si, ya se que es un tema raro pero nunca leo nada al respecto y, siendo un empedernido jugador amateur de fútbol, convivo casi a diario con árbitros de distintos niveles y diferentes remuneraciones. Sumemos también que en la cancha y por la tele todos podemos ver a los árbitros de elite, donde observamos que la matriz de comportamiento es la misma.
No se me ocurre qué es lo que lleva a una persona a ser árbitro. Aclaremos que no hay árbitros “amateurs” en el sentido de no cobrar por trabajar. Los pagos recibidos van desde 100 pesos por partido. Ser árbitro y dirigir a jugadores como nosotros significa levantarse los sábados temprano, armar el bolso con esas remeras amarillas o fucsias, los botines (?), el short, subirse al auto (o tomarse un Bondi) e ir a laburar en torneos amateurs en los que los hombres de toda laya nos desahogamos de la semana, nos divertimos y nos peleamos, entre nosotros y con ellos. ¿Algún lector es árbitro o amigo de uno? Me interesa mucho tratar de entenderlos: ex jugadores frustrados? Laburantes doble turno? Policías de franco?
Igual el tema no era este, sino la concepción de justicia, lo que significa para un árbitro (cualquiera) hacer bien su trabajo. Yo ya venía masticando esta idea, pero un comentario del otro día del inefable Mariano Closs (que si de algo sabe es de referato), me hizo pensar, dijo algo así como: “el arbitraje debería ser una pasión, ¿no les da vergüenza haberse convertido en sacapartidos?”.
Esa expresión es la clave. Para un juez de futbol dirigir bien es “no tener problemas”, “que no se pudra”, “pasarla sin sobresaltos”, etc. Si para que eso suceda es necesario sacrificar la justicia, no hay problema. El razonamiento que explica ese comportamiento es que el árbitro tiene terror de que un hipotético error suyo termine en gol y pueda generarle “problemas”. -
Por eso los árbitros siempre (salvo MUY aisladas excepciones) optan por no comprometerse. Entonces, eligen cobrar foul en ataque ante cualquier roce cerca del
Área (o adentro), son fanáticos de sancionar offside cuando el defensor que sale (y casi siempre quedó enganchado) levanta la mano, no sacan amarillas ni rojas en los primeros quince minutos, amonestan al arquero por demorar como castigo y no como advertencia (es decir, podés hacer tiempo todo el partido, te llevás una amarilla a los 44 del segundo tiempo). También hay detalles como no terminar un partido cuando la pelota está cerca de las áreas… y la lista es larga.
Esa matriz de funcionamiento se altera un poquito en los partidos con hinchada, en los que el esquema se corre hacia el que haga las veces de local, pero el criterio es el mismo.
Varsky, sin dudas el periodista deportivo que más entiende el juego (al márgen de que su relación con el establishment me de nauseas), siempre dice que no cobrar lo que sucedió es un error comprensible, pero cobrar lo que nunca existió es una falla grosera. Los árbitros sacrifican la justicia en nombre de la tranquilidad, y por eso, precisamente porque no hacen lo que deberían hacer, lo hacen mal.
viernes, 27 de agosto de 2010
hace un año escribía....
viendo la situación política actual en TDF y a nivel nacional, recordaba unas reflexiones que escribí el año pasado. Me puse a revisar y resultó que justo son de hace un año (y unos días).
Modestia aparte, creo que lo escrito tiene bastante actualidad, no?
Va el texto original:
Encrucijadas
Una vez que un gobierno se gana enemigos poderosos, desandar ese camino se torna sumamente trabajoso. En general, y a lo largo de la historia, se advierte que cuando ciertos sectores acostumbrados a ser beneficiados por políticas que ya parecían naturalizadas, o incluso cuando dirigentes corporativos o sindicales dejan de recibir favores o dádivas directas, comienzan a ejecutarse complejas operaciones (en las cuales los medios de comunicación suelen ser un actor principal)
Cuando se llega a este punto, la firmeza es vista como soberbia y la apertura o el dialoguismo se juzgan como muestras de debilidad. Lo interesante de estos casos, que se han repetido a lo largo de la historia y en las más diversas latitudes, es observar a los actores en retrospectiva, analizar dónde se pararon antes los que ahora alzan sus voces, a quién defiende cada uno, por qué se la jugaron.
A los gobiernos que se ven llevados a esta situación, cuyas causas obviamente son complejas y tienen que ver no solamente con haber tocado intereses poderosos sino con errores políticos, de construcción, de prensa, etc., en general se los intenta ubicar en un callejón “sin salida”, en el que todo lo que se haga está mal.
Estoy convencido, en cambio, de que la forma de recuperar la credibilidad es tomando la ofensiva en todos los campos, no tratando de conformar a los disconformes (ya nada los conformará), sino recurriendo a las bases, tratando de ampliarlas, sosteniéndose en medidas progresistas e inclusivas, y muy especialmente no corriendo atrás de la agenda instalada desde unos medios que no dejan de ser empresas, cuyo objetivo primordial es ganar dinero, y que jamás morderán la mano de aquellos que durante años los alimentaron.
Cualquier semejanza con las realidades provincial y nacional, no es pura coincidencia.
Modestia aparte, creo que lo escrito tiene bastante actualidad, no?
Va el texto original:
Encrucijadas
Una vez que un gobierno se gana enemigos poderosos, desandar ese camino se torna sumamente trabajoso. En general, y a lo largo de la historia, se advierte que cuando ciertos sectores acostumbrados a ser beneficiados por políticas que ya parecían naturalizadas, o incluso cuando dirigentes corporativos o sindicales dejan de recibir favores o dádivas directas, comienzan a ejecutarse complejas operaciones (en las cuales los medios de comunicación suelen ser un actor principal)
Cuando se llega a este punto, la firmeza es vista como soberbia y la apertura o el dialoguismo se juzgan como muestras de debilidad. Lo interesante de estos casos, que se han repetido a lo largo de la historia y en las más diversas latitudes, es observar a los actores en retrospectiva, analizar dónde se pararon antes los que ahora alzan sus voces, a quién defiende cada uno, por qué se la jugaron.
A los gobiernos que se ven llevados a esta situación, cuyas causas obviamente son complejas y tienen que ver no solamente con haber tocado intereses poderosos sino con errores políticos, de construcción, de prensa, etc., en general se los intenta ubicar en un callejón “sin salida”, en el que todo lo que se haga está mal.
Estoy convencido, en cambio, de que la forma de recuperar la credibilidad es tomando la ofensiva en todos los campos, no tratando de conformar a los disconformes (ya nada los conformará), sino recurriendo a las bases, tratando de ampliarlas, sosteniéndose en medidas progresistas e inclusivas, y muy especialmente no corriendo atrás de la agenda instalada desde unos medios que no dejan de ser empresas, cuyo objetivo primordial es ganar dinero, y que jamás morderán la mano de aquellos que durante años los alimentaron.
Cualquier semejanza con las realidades provincial y nacional, no es pura coincidencia.
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