Hacerse cargo (análisis de los resultados de ayer).
por Manuel Vilariño.
por Manuel Vilariño.
Analizando distrito por distrito los resultados de ayer, las primeras conclusiones salen más o menos rápido.
Los pobres y los ricos votaron, como casi siempre, defendiendo sus intereses. Macri se impuso de manera contundente en los barrios ricos de la Ciudad de Buenos Aires, obteniendo alrededor del 70% en Recoleta, Puerto Madero, Nuñez, Barrio Norte, Palermo y Belgrano. También ganó con claridad en los partidos paquetes del conurbano, fundamentalmente en Vicente López y San Isidro.
El empresario obtuvo amplias victorias también en todos los barrios ricos de los grandes centros urbanos, y en las ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe, y Córdoba, norte de La Pampa, en las que la principal actividad económica es la agropecuaria.
Ese voto es razonable, consciente y fundamentalmente en defensa de sus intereses. Todos estos votantes pueden estar seguros de que el nuevo presidente no va a defraudar sus expectativas.
El candidato peronista se impuso, por su parte, en 16 de los 24 distritos del país. En las provincias de Santiago del Estero, Formosa, y Rio Negro superó el 60%. En Tierra del Fuego, Santa Cruz, San Juan, Misiones, Chubut, Corrientes y Tucumán, estuvo arriba del 55%. Es decir que las provincias más alejadas de la capital (salvo la excepción de Jujuy, en donde la compleja situación política y social interna da para un libro), votaron también en defensa de sus intereses. Nunca se va a saber en cuánto incide en el histórico acompañamiento de estas provincias al peronismo el también histórico desprecio que muestran las clases altas porteñas y bonaerenses (de las que se nutre al menos el 70% de los personajes visibles del PRO), y que volvió a tener una muestra en las recientes expresiones del ex empleado de la financiera norteamericana JP Morgán, Alfonso Prat Gay.
Los pobres y los ricos votaron, como casi siempre, defendiendo sus intereses. Macri se impuso de manera contundente en los barrios ricos de la Ciudad de Buenos Aires, obteniendo alrededor del 70% en Recoleta, Puerto Madero, Nuñez, Barrio Norte, Palermo y Belgrano. También ganó con claridad en los partidos paquetes del conurbano, fundamentalmente en Vicente López y San Isidro.
El empresario obtuvo amplias victorias también en todos los barrios ricos de los grandes centros urbanos, y en las ciudades del interior de la provincia de Buenos Aires, sur de Santa Fe, y Córdoba, norte de La Pampa, en las que la principal actividad económica es la agropecuaria.
Ese voto es razonable, consciente y fundamentalmente en defensa de sus intereses. Todos estos votantes pueden estar seguros de que el nuevo presidente no va a defraudar sus expectativas.
El candidato peronista se impuso, por su parte, en 16 de los 24 distritos del país. En las provincias de Santiago del Estero, Formosa, y Rio Negro superó el 60%. En Tierra del Fuego, Santa Cruz, San Juan, Misiones, Chubut, Corrientes y Tucumán, estuvo arriba del 55%. Es decir que las provincias más alejadas de la capital (salvo la excepción de Jujuy, en donde la compleja situación política y social interna da para un libro), votaron también en defensa de sus intereses. Nunca se va a saber en cuánto incide en el histórico acompañamiento de estas provincias al peronismo el también histórico desprecio que muestran las clases altas porteñas y bonaerenses (de las que se nutre al menos el 70% de los personajes visibles del PRO), y que volvió a tener una muestra en las recientes expresiones del ex empleado de la financiera norteamericana JP Morgán, Alfonso Prat Gay.
El peronismo también se hizo fuerte, como es habitual, en los distritos obreros del Gran Buenos Aires. Tomando un conurbano “ampliado”, con los 27 partidos más cercanos a la Capital Federal, observamos que Daniel Scioli se impuso en 20 de ellos. Los partidos de Florencio Varela (69%), José C. Paz (66%), Presidente Perón (66%), Merlo (65%), Matanza (64%), Moreno (64%), Malvinas Argentinas (61%) y Almirante Brown (60%), son desde el punto de vista numérico la base del triunfo peronista en la provincia más grande el país. Una particularidad es que salvo Matanza, ninguno de los otros partidos mencionados limitan con la ciudad de Buenos Aires, y ya volveremos sobre estos distritos para analizarlos. Es decir, entonces, que también los trabajadores del Gran Buenos Aires votaron mayoritariamente en defensa de sus intereses.
Ahora bien, llegados a este punto todavía no explicamos adonde estuvo el factor que movió la aguja para que el empresario Macri se alce con la ajustadísima victoria que consiguió. Se trata, claro, de la clase media urbana. Esa volátil construcción social a la que Jauretche llamó “el medio pelo”, es la que en general define las elecciones, porque suele poner en la balanza, más que sus intereses económicos, sus emociones, sus miedos, sus odios, sus desprecios y sus envidias.
El candidato Macrista se impuso en la mayoría de los partidos que limitan con CABA, en los que durante estos 12 años la clase media ha tenido un desarrollo extraordinario. Cuando en los 90 hablábamos de “clase media empobrecida”, hoy podemos hablar sin dudas de “clase media enriquecida” en las grandes ciudades, y de “nueva clase media” en los distritos periféricos. Los avances materiales objetivos que obtuvieron estos sectores, generan que sus demandas sean otras. Si antes la necesidad era trabajo, techo y comida, hoy se pide seguridad, ausencia de cadenas nacionales (?). Pero lo que fundamentalmente rechazó la clase media urbana es el ascenso social de quienes vienen más relegados. Escuchamos todos los días a estas personas quejándose de “los planes sociales” (quizás sin saber ni querer saber que en la Argentina no existen “planes sociales”), los vagos, los negros, y en general todos otros eufemismos que lo que parecen significar es un temor a la movilidad social ascendente de personas que según este criterio no lo merecerían. Celebramos el ascenso social cuando nos toca, pero lo que preferimos es que la puerta se cierre justo atrás nuestro y que los que venían en la fila se queden afuera. Esto es más simbólico que económico, es más visceral que racional, es más miedo que conciencia.
Obviamente, de más está agregar, como también lo dijo Jauretche, que la clase media considera sus progresos como fruto único exclusivo de su esfuerzo, y sus fracasos como consecuencia única y exclusiva de los malos manejos de la macroeconomía política. Según ellos, en los 90 le fue mal por culpa de los políticos, en los 2000 les fue bien porque laburaron.
Ahora bien, llegados a este punto todavía no explicamos adonde estuvo el factor que movió la aguja para que el empresario Macri se alce con la ajustadísima victoria que consiguió. Se trata, claro, de la clase media urbana. Esa volátil construcción social a la que Jauretche llamó “el medio pelo”, es la que en general define las elecciones, porque suele poner en la balanza, más que sus intereses económicos, sus emociones, sus miedos, sus odios, sus desprecios y sus envidias.
El candidato Macrista se impuso en la mayoría de los partidos que limitan con CABA, en los que durante estos 12 años la clase media ha tenido un desarrollo extraordinario. Cuando en los 90 hablábamos de “clase media empobrecida”, hoy podemos hablar sin dudas de “clase media enriquecida” en las grandes ciudades, y de “nueva clase media” en los distritos periféricos. Los avances materiales objetivos que obtuvieron estos sectores, generan que sus demandas sean otras. Si antes la necesidad era trabajo, techo y comida, hoy se pide seguridad, ausencia de cadenas nacionales (?). Pero lo que fundamentalmente rechazó la clase media urbana es el ascenso social de quienes vienen más relegados. Escuchamos todos los días a estas personas quejándose de “los planes sociales” (quizás sin saber ni querer saber que en la Argentina no existen “planes sociales”), los vagos, los negros, y en general todos otros eufemismos que lo que parecen significar es un temor a la movilidad social ascendente de personas que según este criterio no lo merecerían. Celebramos el ascenso social cuando nos toca, pero lo que preferimos es que la puerta se cierre justo atrás nuestro y que los que venían en la fila se queden afuera. Esto es más simbólico que económico, es más visceral que racional, es más miedo que conciencia.
Obviamente, de más está agregar, como también lo dijo Jauretche, que la clase media considera sus progresos como fruto único exclusivo de su esfuerzo, y sus fracasos como consecuencia única y exclusiva de los malos manejos de la macroeconomía política. Según ellos, en los 90 le fue mal por culpa de los políticos, en los 2000 les fue bien porque laburaron.
Entonces, vemos que Macri se impone (lo dicho), en los distritos históricamente ricos de Vicente López (70%) y San Isidro (69%), pero también lo hace ajustadamente en Tres de Febrero y San Martín, y alcanza virtuales empates en Lanús y Avellaneda. El PRO logra ganar también en partidos del segundo cordón que hoy podríamos definir como de mayoría de "nueva clase media", como lo son San Fernando y Morón.
Sin embargo, y acá viene el número que define inequívocamente las elecciones, el caudal electoral del PRO son los siguientes lugares, los centros urbanos grandes y medianos: Córdoba Capital (75%), Ciudad de Mendoza (70%), Río Cuarto (70%), Rafaela, (67%), Ciudad de Buenos Aires (65%), Bahia Blanca (65%), La Rioja Capital (62%), San Salvador de Jujuy (59%), Mar del Plata (57%), Salta Capital (55%).
Es decir, ciudades que vemos claramente que hoy están “bien” o al menos mucho mejor que antes, se expresaron de manera rotunda en contra del gobierno nacional, pidiendo a gritos “un cambio” que tuvo la ventaja de no mostrarse, de no dar detalles, pero que si la historia algo nos enseña, no será beneficioso para estos centros urbanos de clase media. Estas personas en su mayoría hoy te dicen (repiten) que esperan que "el cambio" sea "lo mejor para el país", "lo mejor para todos", haciendo una notable adaptación de la famosa teoría del derrame.
Yo soy de los creen que lo que es bueno para los ricos, es malo para los pobres. Por eso para mi siempre fue un motivo de orgullo votar al candidato que pierde donde viven los ricos.
Es decir, ciudades que vemos claramente que hoy están “bien” o al menos mucho mejor que antes, se expresaron de manera rotunda en contra del gobierno nacional, pidiendo a gritos “un cambio” que tuvo la ventaja de no mostrarse, de no dar detalles, pero que si la historia algo nos enseña, no será beneficioso para estos centros urbanos de clase media. Estas personas en su mayoría hoy te dicen (repiten) que esperan que "el cambio" sea "lo mejor para el país", "lo mejor para todos", haciendo una notable adaptación de la famosa teoría del derrame.
Yo soy de los creen que lo que es bueno para los ricos, es malo para los pobres. Por eso para mi siempre fue un motivo de orgullo votar al candidato que pierde donde viven los ricos.
Obviamente, y como siempre, los más perjudicados serán los trabajadores, quienes pusieron su mayor esfuerzo para defender el modelo productivo, porque tienen memoria y saben la que se les viene. Por ellos, fundamentalmente por ellos, estoy triste.
En relación a los de clase media, los del temor, la envidia, y fundamentalmente el desprecio a todo lo que esté un escalón debajo de ellos en la escala socioeconómica, lo que me gustaría es que se hagan responsables de lo que votaron, y del camino que va a tomar el país. Lamentablemente, también la historia nos ha enseñado que estos sectores son los que rápidamente abandonan el barco, los que se arrepienten, los del “yo no lo voté”, y los que más tarde o más temprano cuando sienten que el presidente que votaron les toca el culo, salen a pegarle a las cacerolas.
Espero, con pocas expectativas, que esta vez se hagan cargo, que le pongan el pecho a lo que hicieron y al futuro. A los que no se quieran hacer cargo, habrá que recordarles amigable y fraternalmente lo que hicieron, para que no se olviden.
Nosotros, nos hacemos cargo de los 12 años que se terminan, y nos vamos a hacer cargo de la pelea que dimos hasta ayer, que no alcanzó por poco pero que nos deja con la sensación de haber hecho todo lo posible, y de haber tenido la responsabilidad que la hora demandaba.
En relación a los de clase media, los del temor, la envidia, y fundamentalmente el desprecio a todo lo que esté un escalón debajo de ellos en la escala socioeconómica, lo que me gustaría es que se hagan responsables de lo que votaron, y del camino que va a tomar el país. Lamentablemente, también la historia nos ha enseñado que estos sectores son los que rápidamente abandonan el barco, los que se arrepienten, los del “yo no lo voté”, y los que más tarde o más temprano cuando sienten que el presidente que votaron les toca el culo, salen a pegarle a las cacerolas.
Espero, con pocas expectativas, que esta vez se hagan cargo, que le pongan el pecho a lo que hicieron y al futuro. A los que no se quieran hacer cargo, habrá que recordarles amigable y fraternalmente lo que hicieron, para que no se olviden.
Nosotros, nos hacemos cargo de los 12 años que se terminan, y nos vamos a hacer cargo de la pelea que dimos hasta ayer, que no alcanzó por poco pero que nos deja con la sensación de haber hecho todo lo posible, y de haber tenido la responsabilidad que la hora demandaba.
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