martes, 10 de noviembre de 2015

Victorias y derrotas.


Asistimos a la recta final de una campaña electoral en la que se dan unas cuantas particularidades, que todas juntas configuran un escenario inédito en la Argentina.
Por un lado, es la primera vez que hay ballotage, desde que fuera incorporado a nuestra legislación en 1994. Por otro lado, y más importante, es la primera vez que lo que abusando de generalizaciones llamamos “el establishment” disputa directamente la presidencia con un espacio político encabezado por uno de ellos.
Macri no es un oligarca, un hijo de los dueños de la tierra que manejaron y fundieron al país varias veces. Podría decirse que la Sociedad Rural gobernó directa o indirectamente este país hasta 1930, así que eso no sería tan novedoso. Macri es producto del selecto grupo del empresariado industrial que se enriqueció en la dictadura cuando la mayoría de las industrias cerraban. Es, sobre todo, un tipo de clase alta, de colegio privado, un “empresario exitoso” que en realidad heredó una fortuna y nació en cuna de oro.
Macri no es un político que negociará con las grandes empresas y se bajará más o menos los pantalones, como lo hicieron casi todos hasta ahora. El está del otro lado del mostrador, desde el vamos.
Pero no quería hablarles de eso, sino de lo que creo fue una derrota que hemos sufrido todos, independientemente del resultado del 22. Los grupos mediáticos concentrados lograron instalar en muchísima gente la idea de que “la cosa está mal”, “hay que cambiar”. Esto se consiguió en base a una repetición enfermiza que atraviesa todos sus medios en forma horizontal, pero sobre todo a partir de la instalación de lugares comunes, frases hechas que de tanto escuchar mucha gente incorpora. “Este gobierno le da planes a los vagos”, “las chicas tienen hijos para cobrar la asignación”, “la cadena nacional me tiene harto”, “la presidenta es soberbia”, “no aguanto más a la cámpora”, etc.
Verán que se trata de cosas en general superficiales, salvo lo de los planes que es una burda e intencionada mentira. Cuando digo superficiales no quiero decir que no sea importante, sino que con esas cuestiones se oculta intencionadamente la discusión de fondo, que es obviamente la económica (porque, muchachos, eso es lo que define si vamos a vivir mejor o peor, y no los globos, ni la cámpora, ni las cadenas nacionales, ni el diálogo, ni el consenso).
Se sabe, no es ningún secreto, que un posible gobierno de Macri provocaría una devaluación inmediata, se endeudaría a cualquier tasa en el mercado internacional para sostener la liberación del dólar (la ciudad de Buenos Aires triplicó su deuda externa en dólares durante la gestión Macri), y otorgaría a sus colegas empresarios un aumento de tarifas grosero, alrededor del 450% como lo hizo en la ciudad de Buenos Aires con las únicas dos tarifas que tuvo a mano (subte y ABL).
Su triunfo, el triunfo de ellos, es que mucha gente esté tan convencida de su hartazgo con este gobierno que no le interese nada de eso. Hay personas laburantes, honestas, que desarrollaron tal odio alrededor de las consignas que puse hace un párrafo que no le importa más nada.
Macri sigue sin hablar de la economía, sigue sin decir lo que va a hacer. Habla de “cambio”, de “diálogo”, “escuchar”, “no dejar sólo”. Se trata de un candidato burdamente construido en las oficinas de asesores de imagen, especialistas en marketing político, consultores y coachs de oratoria. Globos, baile, una estética colorida, y hasta la vestimenta claramente definida y dictada de antemano. Nada de lo que dicen los candidatos del PRO surge de ellos, todas las semanas circulan memos y notas donde se les dice qué palabras usar, que eufemismos repetir y, fundamentalmente, qué cosas callar.
Cuando alguno se libera, pasan los exabruptos como el de Prat Gay, que como estaba en una universidad privada hablando con los chicos bien como él, se liberó, se dejó llevar, y dijo lo que pensaba.
Uno podría pensar que esta puesta en escena que a uno le parece tan trucha es una falta de respeto al votante, pero no. Esta estrategia va de la mano con la estrategia de los medios concentrados, y fundamentalmente es el reflejo de su triunfo.
Un diálogo imaginario (pero posible) con uno de estos ciudadanos podría ser así:
- Sabías que Macri va a abrir las importaciones, devaluar y subir las tarifas?
- Si, pero no me importa, lo que yo quiero es que se vaya la Cámpora.
- Sabías que con Macri vas a pagar el colectivo arriba de los 12 pesos?
- Si, pero no va a haber más cadena nacional de la yegua.
… y así infinitamente.
El hecho de que los spots de Scioli de cara al ballotage tengan que salir a aceptar ese escenario, a pararse sobre la base que instalaron de que “hace falta un cambio”, es un síntoma de esa derrota cultural.
No se pudo contrarrestar la maquinaria furiosa comandada por el principal grupo mediático del país. Ese que cuando yo iba a la facu nos enseñaban que con un par de tapas negativas volteaba cualquier gobierno y que con esa herramienta los tenía a todos los presidentes laburando para ellos.
Se logró avanzar contra ellos y que no te volteen como hicieron con todos desde el 83, se lograron 2 reelecciones, y que las más de 1500 tapas negativas que le dedicaron al gobierno no alteraran el camino de la democracia. No es poco.
Pero no se logró que al final del camino, al menos la mitad de la población crea que es más importante que deje de haber cadenas nacionales antes que perder el laburo…. No es poco.
Yo creo que a pesar de varias derrotas parciales, el 22 se da una batalla definitoria. Es la oportunidad de evitar que un empresario llegue al gobierno y haga lo que ya sabemos que va a hacer aunque él trate de ocultarlo. Porque ya lo dijo Menem “si hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaba nadie”.
Por suerte veo todos los días personas que por diferentes motivos el 25 de octubre no votaron, o votaron a otro candidato, y que con mucha responsabilidad están no solamente convencidos de no dejar avanzar a Macri, sino poniendo su granito de arena para convencer a amigos, familiares, conocidos. Y todos nos lo vamos contando todos los días, y vamos armando una linda gesta, silenciosa, que capaz sale bien.
Yo creo que sí, creo que vamos a ser responsables, creo que no nos vamos a suicidar en el altar de la nada.

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