jueves, 28 de octubre de 2010

Néstor Kirchner


              Sin pensar demasiado, ayer cuando me enteré de la muerte de Kirchner sentí incredulidad primero, dolor y tristeza. El tipo estaba mal, nos lo decían esos que siempre nos venden pescado podrido y no les quisimos creer. Fue como Juanito y el lobo. Kirchner jugó a todo o nada y perdió la vida, murió en su ley.

        Al rato me metí al Facebook y leí a ex compañeros diciendo cosas como “una bala que nos ahorramos” o “Kirchner le habla a los gusanos”, o cosas más graciosas como “el dueño de la Barrick declaró que la muerte de Kirchner les deja una herida a cielo abierto”.
            También leí a Rosendo Fraga, el asesor del genocida Viola, haciendo un burdo intento por marcarle la cancha a la presidenta, como diciéndole: “ahora que se murió el zurdito, tu deber es venirte con los republicanos de bien”.
            Después de leer y escuchar bastante, desde los hipócritas compungidos (en esta categoría la repulsiva Patricia Bullrich se lleva todos los premios), hasta dirigentes de verdad conmovidos como Luis D´Elia (ustedes no se imaginan cuánto lo respeto o admiro, a este señor con mala prensa que siempre tiene la palabra precisa, la reflexión correcta, el posicionamiento adecuado).
            También estaban en la propia tropa los que decían cosas como: “murió el hombre que alejó para siempre a los 90”, o “se fue un revolucionario”. O sea, la muerte llama a la mesura, pero también a veces a la desmesura.
            Decía, después de ver un poco de todo salí a la calle. La gente estaba triste, muchos muy tristes. En Plaza de Mayo me emocioné varias veces. Un tipo que caminaba con su mujer se acercó a Tomada y le dijo: “dele muchas fuerzas a la Presidenta, digale que no está sola… ni se les ocurra dejarla sola”.
           
            Sobre Kirchner ya escribieron en estas horas muchos y muy bien. Recomiendo a Aliverti (kirchnerista), a Borón (marxista) y a Sietecase (socialdemócrata), para nombrar tres a quienes respeto mucho. También me gustó mucho lo que escribió Nélida, la diputada para la cual trabajo. Palabras sencillas y breves, con una frase muy lúcida.

            Para mi Kirchner fue de todo un poco. Fue los 90, fue ariete de la Repsol, fue un gran corrupto, un generador de negocios para los amigos y aliados.
            Fue también un político brillante, el hombre capaz de asumir un gobierno con menos del 25% de los votos, un país en ruinas con instituciones en la lona y un padrino poderoso, y recomponer el sistema (para bien y para mal), construir poder, quedarse con el aparato del PJ, desbancar a Duhalde, descabezar a la Corte Suprema
            Lo que más me gustaba de Kirchner era justo lo que más se le criticaba. Kirchner ponía el conflicto arriba de la mesa, obligaba a los hipócritas y a los cínicos a agudizar el ingenio para no desnudar sus mezquinos intereses de clase. Kirchner jugaba en política a “todo o nada”, y si bien sus objetivos no son los míos, soy de los que creen que la política es conflicto, que el consenso y el diálogo son, en el fondo, un gran chamuyo de los conservadores.
            Kirchner y Cristina fueron los impulsores de 6, 7 u 8 medidas concretas que muchos veníamos pidiendo a gritos desde hace años, y otras que ni se nos ocurrieron. Enumero: derogación de las leyes del perdón, renovación de la Corte Suprema, estatización de Aerolíneas Argentinas y de las jubilaciones, matrimonio para personas del mismo sexo, asignación universal por hijo, ley de comunicación audiovisual, retenciones.
            En estos años muchas veces sentí que Kirchner se enfrentaba realmente con el poder económico, el verdadero poder que gobierna el mundo. No con todos ni en todos los momentos, pero… ¿qué otros presidentes se enfrentaron realmente con la Sociedad Rural, con el grupo Clarín?
            Están los que cacarean desde afuera, que no hizo esto o aquello… No sé, yo últimamente vengo sintiendo que los cambios reales para bien o para mal no solo se hacen a través de la política sino mediante el Poder. Sin poder, hay declamaciones y declaraciones, hay corrección política y denuncismo, pero no hay transformaciones reales. ¿Cómo se construye el poder? En Argentina, nadie lo sabe como los peronistas, y Kirchner fue un ejemplo.

            Hoy amanecimos y leímos los diarios. Clarín nos dice claramente que la batalla continua. Mientras por un lado quieren marcar la cancha, ya empiezan a dibujar escenarios de inestabilidad política, especulan vergonzosamente, hablan del fin del kirchnerismo, dejan entrever una posible cooptación del gobierno por parte del duhaldismo, etc. Digamos, una vez más Clarín y sus mediocres voceros nos despejan las dudas.
            No tengo mucho análisis político para hacer. Creo que en una mesa chica se tomarán las decisiones fundamentales. Creo, como Borón, que lo deseable es que el gobierno se apoye sobre la militancia, una militancia amplia, convencida y entusiasta, una juventud politizada y apasionada. No debería descuidarse el “control” del llamado “aparato justicialista”, y fundamentalmente deberían profundizarse las políticas de inclusión social y de justicia y democracia en los más amplios sentidos.
            Si la decisión es esa (siento que si), muchos estaremos dispuestos a acompañar este proceso, a sostener con el cuerpo y la cabeza a este enorme cuadro político que tenemos de Presidenta, a una mujer que ahora deberá demostrar que tiene la personalidad y el temple para superar una pérdida que en lo personal ha de ser irreparable. No tengo dudas de que Cristina está enamorada de Néstor, de su compañero Néstor, como el primer día. Eso me conmueve.
            El kirchnerismo no es el gobierno que soñamos ni el que desearíamos, pero es el gobierno que el pueblo se supo dar, es un gobierno popular, que pierde donde las clases medias viven su realidad metropolitana y gana donde los pobres advierten los pequeños y grandes cambios. Se trata, amigos, de caminar por las mismas veredas por las que camina el pueblo, defendiendo y luchando por lo que pensamos, pero cada vez más siento que interpelar al pueblo desde la vereda de enfrente declamando “nuestra” única verdad es una ingenuidad, una pose que nos asegura la comodidad de la corrección pero nos borra la vocación de cambio real, la esperanza. Esperanza es lo que sentí ayer en la plaza. Esperanza, como la que se ve en este hermoso dibujo de Diego Parés, que quizás exprese lo que muchos sentimos o queremos.
             

2 comentarios:

  1. Siempre me dio la sensación de que Kirchner era un gran contra peso, por su calidad de político, contra algunas corporaciones políticas y económicas de este país. Por eso también me dio tristeza. Es que por primera vez note algún cambio social en el corto tiempo de vida que tengo. Ser

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  2. Me gustó mucho tu análisis, me parece interesante, realista. Te mando un beso y te sigo leyendo. Salutte

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